La vida que nos correspondió
GRANDES MOMENTOS
El niño disfruta su riqueza
cuando lo dejan
cuando el adulto no siega ese
resplandor mágico;
nos cautiva el infante con su
aura divina
sin él darse cuenta de todo
su caudal.
Es el bebé un oasis de
energía vital
nos transforma y recuerda
nuestro gran potencial,
el niño nos devuelve el amor
a la vida
a sus múltiples formas y
manifestaciones.
El joven es potencia que nada
le detiene
su corazón no alberga un
miedo al porvenir,
se ama con locura la pareja
soñada:
asegura al planeta la
multitud que alberga,
es todo un potencial de
fuerza en movimiento
para empujar al mundo en sus
trayectos brumos.
La belleza explota en todo su
esplendor
es la época dorada del
vanidoso ser,
se pavonea ruidoso sobre la
alfombra roja.
Es el adulto esclavo de sus
propios deseos
proyecta y planifica lo que
su anhelo quiso,
lo conmueven los niños, al
joven lo protege
al anciano lo mira con
consideración,
su esfuerzo garantiza la
magia de la vida.
Con el adulto cobra sentido el
bien común,
la prole se recuesta en su
vital pasión.
Su sueño glorifica la
grandeza de un pueblo.
El viejo es regocijo por lo
que se ha logrado
es orgullo de todo lo que su
ser circunda,
es nostalgia de aquello que a
su paso dejó.
Ya no es tiempo de hazañas ni
de remordimientos
la plenitud colinda con el
amor por todos;
ya sabe de esfuerzos, de
triunfos y fracasos
nada puede asombrarlo porque
entero se dio.
Sentado espera el día en que
deba marcharse,
sus días de transformar ya
pasaron ayer,
hoy le queda aceptar como
venga la vida
EL AMOR LIBRE
¡Qué más libre que el amor!
Libre, gratuito, universal y gratificante,
¿a quién se le ocurriría amarrar el amor?
Siempre ha sido libre porque no tiene dueño
es como la vida misma, van de la mano.
El “amor libre” es un engaño
liberaron el amor presidiario
a una emboscada del desamor.
Lo amarraron a la sexualidad desenfrenada
egoísta, voraz y consumista,
un atractivo menú a la mesa servido.
Animalizaron la consciencia humana
exhibiendo en la feria desnuda la pasión
sin velos que maticen su rugiente presencia
sin freno que limite su instinto animal.
Se destrozó el bagaje de un ser humanizado
que construyó imperios de fastuosa razón,
siendo la sociedad una
belleza más
que adorna cuando quiere al hermoso animal.
Aprovecharon al moribundo humano,
el de mente servil y desgraciada
el avaro y corrupto por el vil fanatismo
aquel de mil preceptos y cero sentimientos,
para ofrecerle impune la falsa libertad.
La que no pone límites a su glotonería
la que el amor consume en báquico festín,
sin reglas que limiten su avivado apetito
alimentado en fuentes de vil publicidad.
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