La cosecha madura
NECESIDAD
“Querer es poder”
Un gran deseo,
un ferviente
anhelo
motor del
pensamiento.
Seguridad interior,
la que mueve
montañas
la que atraviesa precipicios,
convocada por una
mente ávida.
Llegará lo buscado
lo imaginado y
perseguido,
porque es Ley,
la verdadera.
Mi deseo te
atraerá,
como otras veces,
aparecerás por ti
mirando
porque allí estás,
ya te espero
confiado andando.
Serás el milagro
luchado y conseguido
la oportunidad
pedida no tan merecida,
clamada en
silencio.
ESPERANZA ETERNA
“La
vida no es lo que uno pronostica”
Me quedé pensando durante medio sabático
“que será, será”, sin alcanzar a madurarlo,
¿necesitaré de uno entero o nunca se dará?
¿o será lo menos pensado, lo más común?
No dejaré el sueño perecer por prematuro
lo oteo y no lo encuentro asible
pero no tengo la premura del neonato
sigo cosechando lo sembrado sin ansia
y en los plenos momentos de sosiego
alimento al animal sediento de mucho mar.
Que nunca acabe de
otear el mundo
con la avidez del prematuro infante,
así se acaben las huellas del tesoro
que mi genio inmoral jamás perezca.
No quiero gloria ni placeres no alcanzados,
clamo por luz y por más luz
que mi alma aclare en el mundano ruido.
Si no lo encuentro no sea un lamento,
¡muchas jornadas después de ésta!
que se ha mostrado más bien rogada.
COMO LOS VIEJOS ÁRBOLES
Ahora empujo la razón a prestar su servicio.
La comandante cuando no hay instrumentos,
en momentos de recoger escombros
arrumados al enfrentar la tempestad.
Agotado el corazón y sus quehaceres,
henchido de experiencias lastimeras,
preciso es darle el mando al intelecto
y así buscar reconstruir la plaza.
Ella promete congelar la necedad
de excursiones utópicas por un Dorado,
fantasioso tesoro que obsesiona
cuando al hombre lo habitan sueños.
El gobierno lo asume la sin gracia
en un acto de lucidez y urgencia
por salvar el honor del derribado,
por alcanzar en pie el final asalto.
Bienvenida la mal querida.
Sin ella no se daría esperanza
cuando impera mantenerse sobrio
dócil a su guía práctica de férrea voluntad.
LA SANTA GUERRA
Tenebrosas auroras
en el golfo
a nuestra mesa se
han sentado
tiñendo los
manteles de sangre injustamente.
Obeso el dios
guerrero surte vidas
cobrando aliento
el mito de una raza,
pueblo bendito por
los ríos de oro
a mala hora
codiciado.
Perplejo asiste el
mundo al sacrificio:
la rebeldía recibe
su castigo,
la osadez a
escombros resumida
en público
escarmiento se convierte.
Que repugnante
Circo de romanos
traído en los
umbrales del decenio,
función
desagradable y concluyente.
Todos los ojos
están desorbitados,
la unión de
esfuerzos acosa al jabalí
que a dentelladas,
en su agonía,
la paz al hombre
le arrebata.
Triste espectáculo
brinda la vida
a sus pupilos
desorientados
en otra muestra de "no futuro".
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