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Romulo Bustos Aguirre: Del cangrejo ermitaño

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Romulo Bustos Aguirre: Del cangrejo ermitaño :  Rara costumbre la del cangrejo  ermitaño  Se le va la vida buscando caparazones de otros moluscos, latas, recipientes vacíos Toda suerte de objetos cóncavos abandonadas por sus antiguos huéspedes para instalarse en ellos Es posible que todo se deba a una compulsión turística por la novedad O a un síndrome de inestabilidad casi metafísica O a simple ejercicio peripatético de quien tiene demasiadas patas que ejercitar ¿O habrá algo más de fondo en todo ésto? Quizás convenga preguntar al secreto cangrejo ermitaño que habita en cada uno de nosotros Ese que, sin duda, acaba de escribir éste poema. Me gustó la poesía de Rómulo y en especial el poema aquí traído. Es raro que tenga invitados en mi humilde refugio para mostrarme al mundo, pero pues ésta es una de esas contadas veces.

La liberación

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MAL PLANETA   “Invertir en una niña es como regar el jardín del vecino”   Antes de nacer estamos condenados. Abortan niñas  en remedio al sufrimiento que provocan, de paso les evitan el infierno.   Es fatal ser mujer... sin ser lo peor los hay en mayor desgracia.   Se nace en el pailón. Son más las desventajas: Se es pobre o paupérrimo. Débil para asolar. Rico en dulzura. Todo lo que se aleje del patriarcado es desventaja.   Así fuimos ideados. Atiborrados de obstáculos para estar bien y añorando la felicidad.   Somos un experimento macabro un paraíso para los malvados, aquellos que abundan por millones y en Gaia se fascinan.   Nadie parece ocuparse del ser el que es más que jirones de piel, el que añora y merece lo deseado. A nadie le importa el doliente al que encoleriza la cruda realidad.   No fue creado el Edén para el disfrute, se malgastó la belleza, la entregaron a rufianes para que “hagan de las suyas”:

Los grandes

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JORGE CAFRUNE El Turco, argentino pampeño del mundo, cantor de los sin voz, enamoró al continente con su porte de gaucho campesino. A los cuarenta se fue sin motivo, por desgracias de la vida que no se para a explicar. Dejó a todos aturdidos ni la misma muerte  se lo llevó.   Qué corazón más grande, de gigante, como su voz y su ingenio, cual su valor de guerrero que no cazaba peleas pero menos las huía.   Murió en la Ley de los bravos haciendo lo que quería por encima de lo urgente, comprometido su paso. No vio nacer su retoño que se cruzó cual presagio con el sueño del viajero: las mil leguas de a caballo.   No pudo ver más sus hijos, los dejó desamparados, tal vez la mano asesina tal vez tan solo el destino se lo llevaron siniestros.   No es lo mismo galopar por sobre nubes que en pasto pero tampoco lo es, andar por sobre el asfalto, en diversidad de modos se fue para no volver dejando las casas solas, para